El protagonista del post de hoy es un ratoncito de la pradera, un Microtus Ochrogaster según la terminología científica.
Un grupo de investigadores afirmó hace un par de años que este animalillo puede darnos algunas respuestas sobre el mecanismo biológico que lleva a algunas personas a ser fieles.
Por lo visto, menos del 5% de los mamíferos son habitualmente monógamos. Los ratones de la pradera están entre esos privilegiados. O entre esos pardillos, según se mire.
Los dichosos Microtus ochrogaster, después de encontrar pareja, se "enamoran", se quedan con ella toda la vida y la guardan celosamente mientras cuidan las crías en feliz armonía. Todo un ejemplo para el resto del reino animal.
Pero estos bichos tan modositos tienen, como suele ocurrir, unos primos cercanos que más bien tiran a golfos. Son los ratones de pantano, Microtus Pennsylvanicus para los amigos (de la ciencia). Los de pantano son de ese tipo de animales que no han tenido una pareja estable en su vida.
Hasta que llegaron los investigadores de la Universidad de Emory.
Según el artículo que publicaron en la revista Nature, su experimento consistía en jugar con una hormona llamada vasopresina. Los ratones de la pradera, los fieles, tienen una gran cantidad de receptores de esa hormona. Y estos científicos decidieron implantársela a los ratones de pantano. Pues bien: cuando lo hicieron, los traviesos ratoncitos se volvieron tan exclusivistas como sus primos.
¿Cómo funciona la citada sustancia? Según estos investigadores, cuando los ratones copulan la vasopresina activa un centro de gratificación neuronal y eso hace que los animales presten atención al ratón con el que están copulando.
La hipótesis es curiosa porque plantea una especie de dicotomía: a los ratones fieles les importa más el animalillo con el que están que el hecho de mantener relaciones sexuales. A los ratones promiscuos, sin embargo, les importa más el acto de copular que el compañero o compañera de juegos.
A pesar de estos descubrimientos, hay que reseñar que a los investigadores el asunto éste de la fidelidad les traía totalmente sin cuidado. Lo que ellos pretendían desentrañar eran los mecanismos biológicos que llevan a estos animales a tener dificultades para relacionarse con los demás. Y la conclusión fue que los ratones que no tienen amigos sufren una saturación de la citada hormona.
Cuando leí el experimento, experimenté la clásica tentación de trasladar estos resultados a los seres humanos: ¿puede deberse el autismo a un exceso de vasopresina? ¿los seres humanos fieles lo serán también debido a esta sustancia?¿está relacionada esa propensión a la monogamia con la tendencia a relacionarse poco con los demás en todos los sentidos?
Por supuesto, abandoné rápidamente la idea.
No nos podemos comparar con un ratoncito.
Porque la bioquímica apenas influye en el ser humano ¿verdad?
23 de Diciembre, 2008 el habitat delunicornio
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